jueves, 9 de mayo de 2013

Unas líneas que deseaba escribir hace tiempo

Una de las cosas que  he querido hacer estos últimos años y en forma oportuna ha sido escribir sobre el Día de la Madre.
 
Lamentablemente una y otra cosa ha impedido que pudiera escribirlo antes del día, de modo que cuando me he sentado a esbozar el artículo ya era el día posterior. Me decía a mi mismo que ya no debía hacerlo para no sentir la vergüenza de aquel que se mete a una fiesta, la  disfruta y se olvida de felicitar al homenajeado.

Pues bien, faltan algunos días, asi que ahora si lo haré.
Y lo quiero hacer desde mi óptica de padre.

Si me preguntan por dos acontecimientos que mas hayan marcado mi vida, les diré sin titubear que han sido mi matrimonio y el nacimiento de mis dos hijos. 

El primero, porque me liberé del temor a perder mi libertad, que alteró mi visión de la relación hombre mujer haciendo que huyera de toda posibilidad que fuera atarme a alguien, predisponiéndome a ser un solitario dibujante y escribidor de prosas tan libres como desgarradas. Hasta que conocí los hermosos ojos de Marle y me vi sumergido en su sonrisa. La encontré tan bella e inteligente que comprendí que mi fingida soledad solo era un pretexto para no enfrentar el miedo a ser feliz. Lo demás para mí, es historia. Abandoné la poesía –algún día publicaré mis “evocaciones”- y me dedique a ser feliz con ella.
 
El segundo, porque descubrí lo hermoso que es sentirse responsable por alguien. Ver crecer la vida, sabiendo que debo alimentarlos con lo mejor de mí, a la vez de tomar la distancia necesaria para permitirles crecer. Aprendí a pesar en función a ellos, aunque claro sin la calidad de entrega que tiene Marle para con nuestros hijos. Aprendí también que mejor desvelada no era una noche de fiesta sino el amanecerme contemplando sus rostros.
 
Por eso, es que quiero escribir sobre la madre, desde la óptica de mi experiencia como padre.
 
No es fácil para un varón asumir la paternidad, pero ahí le hacemos el intento. Mal que bien, a veces con un poco de ridículo, pero logramos salir adelante.
 
Por eso es que a veces nos despierta una sana envidia viendo a la madre y como, aquello que nos causa tanto problema, es solucionado de la forma más simple como si  nunca hubiera significado dificultad.
 
Creo que las madres tienen grandes fortalezas: canjean su individualidad por una visión de dos en la cual pueden interpretar al hijo sin dejar de pensar como mujer y cambian su libertad por el compromiso de ser feliz y hacer feliz a los suyos.
 
Despierta una sana envidia el que hayan superado el temor al ridículo para dejarse llevar por la felicidad, sino mire a las señoras en los buses haciendo gestos con sus bebés, o cantándoles de una forma espantosamente dulce.
 
Han superado también la vergüenza cuando su contrapeso es la felicidad del hijo. La joven que esconde sus senos, es la misma madre que no duda en exhibirlos en público con tal de amamantar a su criatura.
 
A los padres aun nos cuesta dejarnos  llevar por la felicidad y vivir el momento y no es que queramos menos a nuestros hijos, sino que llevamos sobre nuestras espaldas siglos de formación que habla de la dureza del hombre. Mientras lo superemos, abandonémonos en la admiración eterna hacia nuestra compañera o la compañera de nuestro padre, o las madres del mundo. El mundo avanza, el mundo se mueve con esa maravillosa palanca llamada Madre.
 
Un feliz día.

2 comentarios:

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